sábado, 28 de enero de 2012

“Los chicos escriben en Internet con ayuda de otras personas, se escriben entre ellos, se comentan, se responden. Cada vez más, la escritura es una cosa compartida, cooperativa”. Entrevista con Daniel Cassany

“Los chicos escriben en Internet con ayuda de otras personas, se escriben entre ellos, se comentan, se responden. Cada vez más, la escritura es una cosa compartida, cooperativa”. Entrevista con Daniel Cassany

por Fabiana Margolis

Daniel Cassany es Licenciado en Filología Catalana y ha ejercido la enseñanza en varios centros. Desde 1993 es profesor de Análisis del Discurso en Lengua Catalana de la Universidad Pompeu Fabra. Ha escrito libros y ensayos sobre comunicación escrita y didáctica de la Lengua y dirige, desde fines de 2004, el grupo de investigación denominado Literacidad crítica, que aspira a desarrollar recursos para enseñar a los ciudadanos a leer la ideología de los discursos.




Invitado por la Fundación El Libro, Daniel Cassany ha estado presente en las Jornadas para Docentes y Mediadores de Lectura de la 21º Feria del Libro Infantil y Juvenil de Buenos Aires. Allí, luego de su conferencia (1), mantuvimos esta conversación acerca de las prácticas de lectura y escritura y cómo la escuela y las nuevas tecnologías inciden sobre ellas.
—En tu libro Describir el escribir (2) planteabas que no hay secretos ni magia en la actividad de escribir. ¿Qué significa esto?
—Esa frase hay que contextualizarla en una época en que eran más conocidas las investigaciones sobre la lectura, pero todavía no se conocían mucho las investigaciones sobre la escritura. Entonces este concepto tenía que ver con desmitificar algunas cuestiones relacionadas con la escritura, como que debemos esperar a que llegue la inspiración o la idea de que hay personas que saben escribir y personas que no.
—Entonces, ¿todos podemos ser escritores?
—Una buena metáfora es la de conducir. Creo que casi todos podemos conducir un auto para vivir en el mundo actual, si necesitas ir de un lugar a otro de la ciudad puedes hacerlo. Pero si tú quieres correr un Rally o ser un piloto de Fórmula 1, eso ya es más difícil, porque seguramente necesitarás talento. Y el talento es una cosa más inaprensible, que muy probablemente en parte tenga algo de nacimiento y en parte algo de desarrollo. Todos tenemos la posibilidad de desarrollar mínimas capacidades para poder circular por la vida “motorizada” que nos ha tocado. En este sentido, leer y escribir sería igual: está claro que hay personas que tienen más talento para escribir y otras que tienen menos.
—¿Hay “recetas” para aprender a escribir?
—Las hay. Sin embargo, las recetas te llevan a lugares comunes, son útiles para resolver el día a día, pero no son brillantes para encandilar a tu audiencia, para emocionarla o convencerla. Tampoco son malas las recetas… cuando tienes que escribir una cosa nueva que nunca antes has visto, lo primero que haces es buscar una receta. Pero luego aprendes a transgredirla y le das tu propio toque personal.
—También mencionabas que muchas de las supersticiones que giran en torno a la escritura, provienen de la enseñanza. ¿Te referías específicamente a la enseñanza en colegios secundarios?
—A toda la enseñanza… A hablar aprendemos de manera natural, entonces las ideas sobre el habla provienen más de la sociedad en general, de la familia, de los amigos, de la comunidad. Pero la escritura —por lo menos en nuestra cultura occidental— se desarrolla sobre todo en la escuela. No es así en otras culturas: por ejemplo en el mundo islámico, la escuela comparte el protagonismo con la mezquita, entonces la escritura está muy vinculada a la religión. Hay otras culturas como la de los eslavos, rusos y ucranianos donde es muy habitual que los niños aprendan a leer y escribir en sus casas. En Occidente esto no es tan común, aquí la mayoría de las ideas que tenemos de la escritura provienen de la escuela.
—¿Cómo debería ser entonces el rol del docente al enseñar a escribir?
—En este contexto debería tener que dejar de mirar la escritura como algo literario y verlo como algo mucho más funcional y necesario. No se trata de formar literatos sino formar ciudadanos letrados. El docente tiene que tratar la escritura de manera más científica.
—Retomando una idea que habías planteado en tu conferencia, ¿qué pasa cuando el profesor corrige un texto y se lo devuelve al alumno pero no hay posibilidad de comentar o compartir en clase las distintas producciones de los chicos?
—Yo creo que hoy en día aprender a escribir solo es una idea muy obsoleta. Los chicos escriben en Internet con ayuda de otras personas, se escriben entre ellos, se comentan, se responden. Los textos quedan allí, tú ves lo que hacen los demás. Cada vez más, la escritura es una cosa compartida, cooperativa. La escuela tiene que empezar a trabajar de una manera más conjunta y el docente es quien debe crear las condiciones adecuadas para que esto suceda. Una de las cosas que puede hacer es ayudar a los alumnos a mejorar sus textos, haciendo correcciones, hablando con ellos y propiciando el diálogo. También puede plantear consignas para que los alumnos escriban en parejas o en pequeños grupos.
—¿Cómo debería apropiarse la escuela de estas nuevas tecnologías que supone el uso de Internet?
—No es una pregunta sencilla, porque se trata de un proceso bastante complejo. Hay en primer lugar un tema económico de adquisición de medios, que no significa solamente la adquisición de máquinas sino también la instalación de wi-fi potentes que soporten el acceso de tanta gente al mismo tiempo, instalación de redes eléctricas para el suministro de energía, creación de materiales didácticos para que tenga sentido el uso de las computadoras, formación de los docentes para que sepan utilizar todo eso. Es un cambio muy profundo que difícilmente va a suceder en poco tiempo. En algunos países que están más avanzados en este proceso dan a entender que hay un cierto desencanto porque circulan ideas mágicas que suponen que teniendo una computadora todo cambiará de golpe, los chicos aprenderán más y tendrán menos dificultades. Poner una máquina es sencillo; sin embargo, cambiar los hábitos de las personas, modificar su forma de comunicarse a través de este instrumento, es mucho más lento y difícil.
Consultado sobre el libro de texto, Daniel Cassany sostiene que la enseñanza se basa mucho en su implementación y al mismo tiempo se trata de una industria que genera muchos puestos de trabajo. “Si hay laptop no hay libro de texto”, afirma y enseguida se pregunta: “¿qué hacemos entonces con él? Yo creo que no existe el libro de texto en Internet, ya que allí hay una enorme cantidad de recursos y si puedes navegar no tiene sentido que estés atado a un libro de texto. Precisamente lo interesante es eso: tener acceso y visitar muchísimos lugares. El libro de texto de nuestros abuelos era la enciclopedia donde estaba todo: lectura, aritmética, cálculo, historia. La historia del libro de texto es la historia de la diversificación”.
—Hablaste en un momento de “construir un tercer espacio”. ¿Podrías contarnos qué significa?
—Tenemos, por un lado, prácticas vernáculas, creadas por los chicos, y, por otro, prácticas escolares, que son las oficiales, las legitimadas. La idea sería construir un tercer espacio —que no es físico sino mental— donde sea posible establecer conexiones entre los dos mundos. El conocimiento oficial conecta con las necesidades de los alumnos y se convierte en algo vernáculo que les gusta incorporar a sus prácticas habituales. Por otro lado, es posible relacionar lo vernáculo con elementos de la tradición cultural, de la alta literatura y entonces adquiere más sentido y se revaloriza la práctica vernácula.
A la pregunta sobre cómo se forman lectores, Daniel Cassany responde que “para aprender a leer necesitas libros, pero también precisas que alguien te muestre cómo conectarlos con tu vida. Una cosa es la disponibilidad de material: tú tienes que tener libros para poder aprender a leerlos. Otro aspecto es el acceso y esto tiene que ver con que alguien te muestre cómo se utilizan, porque a lo mejor, alguien que no sabe los pone debajo de la silla para estar más alto o los utiliza como objetos decorativos. Implica también darte cuenta del beneficio que tienen para ti y cuando esto ocurre es cuando tú empiezas a generar motivación para aprender a hacerlo y lo personalizas”.
Notas de Imaginaria
(1) La conferencia “Literatura juvenil electrónica: remix, fanfic, posts y blogs” —pronunciada el viernes 22 de julio de 2011 durante las 21º Jornadas para Docentes y Mediadores de Lectura en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Buenos Aires— se puede ver completa en el sitio de Daniel Cassany dentro de la página web Universidad Pompeu Fabra.
(2) Cassany, Daniel. Describir el escribir. Cómo se aprende a escribir. Barcelona, Editorial Paidós, 1988.

domingo, 15 de enero de 2012

AGARREN UN LIBRO, POR FAVOR...

Enrique Peña NietoLa relevancia mediática de la Feria del Libro de Guadalajara y su indudable carisma cultural la convierten en objeto de deseo para muchos políticos mexicanos, sobre todo en vísperas electorales como las actuales. Los unos se presentan en ella acompañados por alguno de esos libros hagiográficos que les preparan sus asesores y otros a pecho descubierto, para responder las preguntas de prensa y público. El último en comparecer fue Enrique Peña Nieto, candidato del PRI y favorito en la carrera presidencial, que a estas alturas probablemente lamenta no haberse quedado en casa.
Tuvo la mala suerte de tropezar en la cuestión más sencilla: un periodista de El Mundo le preguntó cuáles eran los tres libros que más habían influido en su vida. Peña Nieto se enredó en explicaciones ininteligibles y azorados circunloquios, para finalmente mencionar La silla del águila con autor equivocado (Enrique Krauze en lugar de Carlos Fuentes) y la Biblia, aunque con la modesta acotación de que no la leyó entera (omitió quizá los abundantes pasajes escabrosos). Después, ejem, silencio.
Como la prensa es maliciosa y el público burlón, esta muestra demasiado minimalista de erudición le ha convertido en el hazmerreír más popular del día.
Que no se preocupe excesivamente, mañana habrá otro.
El episodio ha probado sin lugar a dudas que Peña Nieto no es lo que suele llamarse un lector asiduo y voraz. Comprendo su agobio cuando me pongo en una situación parecida, imaginando que alguien me preguntase el nombre de tres arqueros de la actual Liga española de fútbol. Pero más allá de la rechifla por esta laguna cultural, se nos plantea una pregunta seria: ¿consideramos realmente imprescindible que un mandatario político haya leído mucho o por lo menos algo, digamos tres libros? ¿Son todavía los libros indispensables para alcanzar competencia en ese campo o basta con memorizar cifras, escuchar a los expertos y los domingos acariciar benévolamente la cabeza de los niños? En contra del eslogan propagandístico de finales del franquismo, un libro no siempre ayuda a triunfar. Y menos tres.
A veces desprestigia ante los colegas, como ocurría en el caso de algunos asilvestrados compañeros de armas del general Gutiérrez Mellado, que maldecían de él: “¡Si será maricón que ha escrito un libro!”. Hoy estamos ya desengañados de gobernantes que a las primeras de cambio citan a los clásicos con tino incierto pero luego fracasan cuando llega la hora de sacar al país de los atolladeros. Los ciudadanos quizá les perdonen que lean a economistas, sociólogos o científicos de pelo en pecho, pero, por favor, que se dejen de poetas.
Ciertamente la afición a la lectura no es garantía de habilidad en la gestión de la cosa pública ni de tino para afrontar las crisis más urgentes . Y sin embargo, carecer de interés por los contenidos que atesora nuestra tradición intelectual tampoco es precisamente un buen síntoma.
Pero desconocer a quienes narraron los anhelos y angustias de nuestra vida, a quienes nos recuerdan de dónde venimos y adónde quisimos ir no es buena señal. Aunque sólo sea porque, como dijo Charles Peguy, el periódico de ayer ya se quedó viejo pero Homero siempre es joven.
Copyright El País, 2012.





Publicado en

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lunes, 9 de enero de 2012

LA MEJOR TECNOLOGÍA PARA LEER

La triple matriz de la lectura

José Antonio Millán
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El conjunto de los dispositivos de lectura electrónica y modalidades de obras digitales dibuja un panorama ciertamente abigarrado. Cualquiera que se asome a él se verá desbordado por las novedades tecnológicas, propuestas editoriales, y movimientos empresariales. ¿Cómo resumir el encuentro entre la compleja práctica social de la lectura y los no menos complejos retos tecnológicos asociadas a ella? 

Con frecuencia me ha sido útil representar gráficamente una situación. Lo que voy a mostrar aquí no es ni mucho menos una obra acabada, sino una propuesta de comprensión, que empiezo por presentarme a mí mismo. 

Pongamos como modelo una matriz tridimensional . 

En el eje de abcisas representaríamos los distintos soportes de lectura, de izquierda a derecha: libro, pantalla de ordenador, e-reader dedicado, tableta y smart phone. Me parecía un poco pronto para incluir también las consolas tipo Wii.






En el eje de ordenadas, figurarían los distintos géneros de lectura, de abajo a arriba: lectura de actualidad (prensa), de consulta, de ficción y de formación. 




Y en un tercer eje perpendicular a los dos anteriores estarían los distintos fines de la lectura: la que tiene por objeto memorizar, la que sirve de input para trabajar, la de evasión. 


Bien: en las intersecciones de estas tres dimensiones es donde tendremos que buscar los puntos fuertes y débiles de cada práctica. Para simplificar la representación, cruzaré primero soportes y géneros. 





Los géneros más dependientes de la actualización (prensa y referencia) funcionan claramente peor en el papel que en soportes digitales. A pesar de la presencia de algunos diccionarios incorporados a e-readers, tampoco estos tienen un buen acceso a obras de consulta. 

La formación, categoría en la que incluimos el estudio, la preparación de exámenes, etc., parece llevarse mal con los e-readers. Contribuyen a ello la dificultad que presentan para anotar o subrayar, y el hecho de que muchas personas requieren para estas tareas una lectura espacial, que se lleva mal con las limitaciones del dispositivo. 

Y este el cruce de fines y soportes: 







La memorización parece llevarse especialmente bien con el papel. El trabajo (la lectura o consulta de documentos con el fin de generar uno nuevo) tiene su mejor plataforma en el ordenador. 

Por otra parte, en la lectura de evasión tienen un claro nicho tanto el papel como los e-readers. Podríamos resumir diciendo que para leer el Quijote va muy bien un libro o un e-reader, pero para preparar un trabajo de curso sobre él es mejor un ordenador. 

En esta visión de conjunto las tablets (tipo iPad) han aparecido sin un lugar muy claro: menos cómodas para lectura seguida que un e-reader y menos útiles para trabajo que un ordenador. Lo mismo ocurre con los smart phones (tipo iPhone): su ventaja máxima está en la conectividad, más que en la comodidad de lectura: por eso los hemos representados confinados a la lectura de actualidad. 

¿Bastan estas sesenta intersecciones para clasificar adecuadamente las opciones que se abren ante el lector (o el estudioso)? Sea como fuere, he aquí una propuesta que podrá enriquecerse o enmendarse...

Este artículo parte de una intervención en una jornada profesional de la Red de Bibliotecas del Instituto Cervantes: «Bibliotecas para el lector digital: relación, espacio y tecnología», el 15 de diciembre del 2011. 







BILL GATES APUESTA A LAS BIBLIOTECAS

Deborah Jacobs, la bibliotecaria que trabaja con Bill Gates

Deborah Jacobs, la bibliotecaria que trabaja con Bill Gates
Deborah Jacobs directora del programa Bibliotecas Globales
Foto: Claudia Rubio / CET

Protagonista este año por dirigir el programa que donó 3 millones de dólares al país.

Deborah Jacobs es la mujer que logró concretar una donación de 3 millones de dólares de la Fundación Bill y Melinda Gates para la conectividad de las bibliotecas públicas de Colombia. Aunque es quien decide a qué países apoyar con el dinero de uno de los hombres más ricos del mundo, es una mujer de hablar dulce y pausado.
Este es un rezago de sus comienzos como bibliotecaria de niños en Seattle, la misma ciudad donde creció el emporio de Microsoft. Es una de las 25 mujeres más influyentes de esa ciudad y la primera bibliotecaria en ser nombrada una de las mejores funcionarias públicas de EE. UU.
¿Cómo la invitó Bill Gates a trabajar en este programa?
En 1997, Bill y su esposa, Melinda, decidieron que las bibliotecas públicas eran las instituciones ideales para ayudar a disminuir la desigualdad en cuanto al acceso de información y tecnología en el mundo. Eso coincidió con que en el 2002 en Estados Unidos y Canadá determinaron que todas las bibliotecas debían tener Internet. Y en el 2005, ellos comenzaron a hacer las bibliotecas globales y a ampliar el programa a otros países.
¿Cómo se trabaja con el hombre más rico del mundo?
Desde que Bill Gates se retiró, hace un par de años, se ha dedicado a viajar con nosotros a las áreas donde la fundación tiene proyectos prioritarios en temas de salud, como malaria y polio. Y también conoce todos los detalles, cifras y personas, incluso los que yo no nunca le dije del programa de bibliotecas.
¿Ha hablado con él sobre el futuro de las bibliotecas?

Dice que tiene tres hijos y que puede amar mucho la tecnología, pero cada noche trata de leerles un libro, que no se imagina la vida sin libros ni bibliotecas. Aunque vengan muchas tecnologías, estas se van a mantener porque son lugares donde las comunidades pueden sentirse a salvo.


¿Por qué una biblioteca da igual valor a la vida?


Una biblioteca puede ayudar a una persona a encontrar empleo, a informarse de sus enfermedades y tomar decisiones, a hacer tareas a los niños o enseñarles a las mujeres cosas como la forma de cortarles el pelo a sus hijos.


¿Cómo fue el proceso de donación para Colombia?

Ya habíamos trabajado con las bibliotecas de Bogotá y las de Medellín, que fueron premiadas con un millón de dólares. Después, vimos más interés del presidente Santos (quien se reunió con Bill Gates el año pasado en Nueva York), así que Bill ya sabía que esto estaba avanzando y se agilizó.
¿Qué debilidades encontró en las bibliotecas colombianas?

Los bibliotecarios no tienen entrenamiento en tecnologías y en muchos casos no tienen acceso a Internet. Incluso, edificaciones hermosas y modernas como las de Bogotá necesitan algunas reformas para instalar mejores tecnologías. 


¿Qué tendrá el programa para Colombia?

Aún no sabemos exactamente. La primera etapa es un diagnóstico. 

Usted va por el mundo ampliando las posibilidades de las bibliotecas. ¿Aún se siente una bibliotecaria?


No me imagino cómo sería mi vida si no trabajara con bibliotecas. La gente me pregunta: '¿y tú qué haces?'. Yo no les digo que trabajo con Bill y Melinda Gates y viajo por el mundo; solo digo que soy una bibliotecaria. 


REDACCIÓN EL TIEMPO