La triple matriz de la lectura José Antonio Millán | ||
El conjunto de los dispositivos de lectura electrónica y modalidades de obras digitales dibuja un panorama ciertamente abigarrado. Cualquiera que se asome a él se verá desbordado por las novedades tecnológicas, propuestas editoriales, y movimientos empresariales. ¿Cómo resumir el encuentro entre la compleja práctica social de la lectura y los no menos complejos retos tecnológicos asociadas a ella?
Con frecuencia me ha sido útil representar gráficamente una situación. Lo que voy a mostrar aquí no es ni mucho menos una obra acabada, sino una propuesta de comprensión, que empiezo por presentarme a mí mismo.
Pongamos como modelo una matriz tridimensional .
En el eje de abcisas representaríamos los distintos soportes de lectura, de izquierda a derecha: libro, pantalla de ordenador, e-reader dedicado, tableta y smart phone. Me parecía un poco pronto para incluir también las consolas tipo Wii.
En el eje de ordenadas, figurarían los distintos géneros de lectura, de abajo a arriba: lectura de actualidad (prensa), de consulta, de ficción y de formación.
Y en un tercer eje perpendicular a los dos anteriores estarían los distintos fines de la lectura: la que tiene por objeto memorizar, la que sirve de input para trabajar, la de evasión.
Bien: en las intersecciones de estas tres dimensiones es donde tendremos que buscar los puntos fuertes y débiles de cada práctica. Para simplificar la representación, cruzaré primero soportes y géneros.
Los géneros más dependientes de la actualización (prensa y referencia) funcionan claramente peor en el papel que en soportes digitales. A pesar de la presencia de algunos diccionarios incorporados a e-readers, tampoco estos tienen un buen acceso a obras de consulta.
La formación, categoría en la que incluimos el estudio, la preparación de exámenes, etc., parece llevarse mal con los e-readers. Contribuyen a ello la dificultad que presentan para anotar o subrayar, y el hecho de que muchas personas requieren para estas tareas una lectura espacial, que se lleva mal con las limitaciones del dispositivo.
Y este el cruce de fines y soportes:
La memorización parece llevarse especialmente bien con el papel. El trabajo (la lectura o consulta de documentos con el fin de generar uno nuevo) tiene su mejor plataforma en el ordenador.
Por otra parte, en la lectura de evasión tienen un claro nicho tanto el papel como los e-readers. Podríamos resumir diciendo que para leer el Quijote va muy bien un libro o un e-reader, pero para preparar un trabajo de curso sobre él es mejor un ordenador.
En esta visión de conjunto las tablets (tipo iPad) han aparecido sin un lugar muy claro: menos cómodas para lectura seguida que un e-reader y menos útiles para trabajo que un ordenador. Lo mismo ocurre con los smart phones (tipo iPhone): su ventaja máxima está en la conectividad, más que en la comodidad de lectura: por eso los hemos representados confinados a la lectura de actualidad.
¿Bastan estas sesenta intersecciones para clasificar adecuadamente las opciones que se abren ante el lector (o el estudioso)? Sea como fuere, he aquí una propuesta que podrá enriquecerse o enmendarse...
Este artículo parte de una intervención en una jornada profesional de la Red de Bibliotecas del Instituto Cervantes: «Bibliotecas para el lector digital: relación, espacio y tecnología», el 15 de diciembre del 2011.
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